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Foto del escritorM. Alejandra

Harta.

Actualizado: 11 feb 2018

Me tienen harta.


Harta de que me juzguen por no ser la mujer perfecta para un hombre. Por defender mi derecho a la igualdad de género (no a ser como ellos). Por no ser buena novia o buena mujer según la sociedad. Por no poder “amarrar” a un hombre para que esté conmigo, etc.

“Estás quedada si con la edad que tienes no tienes marido”

¿Ya sabes cocinar?

¿Eres una buena mujer dedicada al hogar?

¿Cundo piensas tener hijos? Que si sí… que si no… ¡Dios!

Por otro lado, estoy harta de que, como mujeres nos pisoteemos entre sí, y que gran parte de ello sea debido a los hombres. De que madres, abuelas y demás mujeres defiendan el machismo a capa y espada, tanto, que no les importe sepultar nuestros sueños. Como mujeres sobrevivimos en un mundo que nos humilla, discrimina, menosprecia y hasta nos mata. Donde nos cosifican y nos convierten en seres desvalorizados, de plástico, desechables. Donde comentarios como “vieja, gorda, fea, puta” sean definiciones legitimas que nos caractericen y por ello midan nuestro valor. Donde una mujer no puede vestirse de una u otra forma porque la catalogan como puta, fácil, buscona o necesitada, entre otras. Donde en primer lugar y siempre en primer lugar (aunque nos hagan creer lo contrario), se pone al hombre por encima de la mujer, y no pase nada, porque "el hombre lo puede todo, pero la mujer no".


Cómo es posible que en pleno siglo XXI escucho a mujeres de diversos estratos sociales decir:

“Póngase pilas, usted va a llevar es palo si no sirve para atender a un hombre”.

“Procure casarse antes de los 30 si no quiere que la deje el tren”.

“La mujer después de los 30 no sirve”... y más comentarios de este tipo.


Es en momentos como esos cuando me pregunto: ¿Quién diablos dijo que he invertido más de cuatro años de mi vida en tiempo y dinero, preparándome para ser una mujer libre, profesional e independiente. A quién carajos se le ocurre que me he preparado tanto para nada? Con esto no quiero decir que por ser profesional e independiente de un hombre, necesariamente no podré crear una familia. Lo que digo es que se puede, claro que sí, pero con nuevas reglas, en donde el hombre y la mujer sean un gran equipo, no uno subalterno del otro.

La mujer no tiene que ser necesariamente la sumisa y dócil que el mundo por siglos nos ha hecho creer, las cosas no tienen por qué ser así. Así que, ¡A la mierda el conformismo! A mis 27 años de vida tengo claro que no nací para ser la sombra de nadie, y menos de un hombre. Este mundo no está hecho solo para ellos, las mujeres ya tenemos nuestro lugar, solo es cuestión de continuar en su proceso de construcción y saber llevarlo con la frente en alto. ¿Acaso nuestros sueños y anhelos valen menos? No todas las mujeres desean ser madres, ni amas de casa, y tal vez algunas ni siquiera deseen casarse; pero eso no tiene que significar que estén fuera de lugar, pues si es válido para los hombres, porque para las mujeres no?. Los hombres y las mujeres podemos construir un mundo donde nos ayudemos y/o complementemos los unos a los otros. Donde nos encontremos en la misma línea de poder, ninguno por debajo del otro.

Por favor, recordemos y no olvidemos que somos como flores, hermosas flores con muchos colores. Pero también poseemos espinas. Además, surgimos de un tallo fuerte, construido con mucho esfuerzo, por nosotras para el mundo.

Escribo esto por mí, por ti y por todas las mujeres del mundo. Porque no pensamos soportarlo más. ¡Me tienen harta. Nos tienen hartas!




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