Desde afuera todo aquel que no ha vivido la experiencia y el régimen militar puede decir que es duro, y lo es, pero en realidad no se imaginan cuanto. Vayamos al inicio. Tú y yo como civiles podemos descansar cuando y como queramos. Si te sientes solo puedes quedar con tus amigos, pareja o tu familia; en general, tienes el privilegio de disfrutar de lo básico, sencillo y cómodo que te brinda la vida. En cambio, siendo soldado no. Un soldado hace lo que nadie quiere hacer, va a donde nadie quiere ir y termina lo que nadie más quiere empezar. Nunca pide algo a los que no dan nada y mira el terror a la cara, quizá por eso le llaman "Héroe".
En mi experiencia personal puedo decir que desde mi adolescencia, sin razón y justificación alguna odiaba a los militares y todo con relación a ellos. De una u otra forma sentía un particular rechazo hacia ellos sin saber realmente el porqué. No obstante ¿Adivinen qué? Escupí para arriba y la saliva me cayó encima.
Les cuento, un día, cuando menos lo pensé la vida puso en mi camino a un ser maravilloso, un hombre sensible y bueno, con un alma hermosa y sí, era un militar; quien me enseñó que nada en ellos es diferente a los demás, pues son hombres de carne y hueso como cualquier otro. Ellos también aman, ríen, sienten temor y lloran como tú y yo. Tan significativa fue su presencia en mi vida que decidí darme la oportunidad de entender y comprender sus experiencias de vida por mi misma y así valorarlos más; tanto, que me puse en sus zapatos, y literal, me puse en sus botas.
Por un día a la semana durante cuatro meses viví, conocí y aprendí de manera progresiva la vida y el régimen militar, hasta que al final tuve la oportunidad de vivir su cotidianidad durante 3 días seguidos en Tolemaida. Por consiguiente, en un día habitual de sus vidas, después de acostarme a las 12:00, 1:00 y 2:00 a.m tuve que madrugar las 4:00 /4:30 de la mañana a bañarme con agua helada y en el menor tiempo posible. Después de bañarme (así como otras veces no) pasaba por una taza de café o chocolate y un pan, entonces me iba a ejecutar pruebas físicas que habitualmente ellos practican, no sin antes haber limpiado el alojamiento.
A punta de vueltas a la milla, 22 de pecho, muchas abdominales y cantidad de polichilenas con cadencia de 3, entre otras actividades, aprendí el dicho de que "por uno pagan todos"; cosa que de manera inconsciente me hacía pute@r miles de veces al que no se alineaba, aunque ahora me ría de eso.
Aprendí también el significado de "Lanza" y con el comprendí la importancia y sentido de la amistad, el apoyo y la compañía. No se imaginan lo agradecido que puede uno llegar a volverse con las personas cuando te encuentras en situaciones difíciles y que están ahí para ayudarte. Aprendí que entre menos cosas innecesarias cargues, más fácil, sencilla y liviana será tu vida, en todos los sentidos. Así mismo, aprendí a valorar el agua, el tiempo y la comida, aunque sea poca y no sea "la de mamá". Enfrenté miedos y monstruos que siempre me han hecho llorar, por ejemplo: las profundidades del agua (aún sin saber nadar) y el temor al vacío que se siente en las alturas. Extrañé con el alma el significado de dormir aunque fuera un poco, no tienen idea alguna. Soporté kilogramos de peso en mi espalda y dolores que pensé que conmigo acabarían; tanto que le pedía a Dios que se acabara, y pensar que solo fueron 3 días, ahora imagínate la vida de ellos durante meses y años.
Igualmente entendí el poder de las palabras "disciplina, lealtad, valor y sacrificio", cosas que no todo el mundo comprende, entiende, ni conoce. De todo ello descubrí lo fuerte que puedo ser y lo mucho que puedo dar si me lo propongo; más de lo que creo y pienso. Que lo puedo todo si me lo proyecto; pues más que límites físicos superé limites mentales. Fue una experiencia casi espiritual, lo que me hizo volver siendo una mejor persona, una mejor versión de mi.
Conversando y acercándome más a ellos, conocí hombres y mujeres bellos de alma y corazón que sirven a la patria y a la sociedad civil con toda la disposición del mundo. Valientes les llamo yo. Aprecié ver sonrisas y mucha fuerza en la adversidad, así como cualquier civil, conocí historias de sus vidas lo que me hizo recordar que también son seres humanos con sueños, anhelos y metas por cumplir; en busca de mejores oportunidades para ellos y sus familias.
En sí, conocí corazones de seres humanos y no de máquinas, por ello agradezco a la vida esta oportunidad, pues ahora veo las cosas desde otra arista. Puedo decir que valoro más y de corazón a todo aquel que con orgullo porta un camuflado con su apellido en el pecho y diga: Soy soldado del ejército nacional o pertenezco a las fuerzas militares y mi misión es Colombia. Porque cuando se asume ser soldado no se deja de ser humano.
Al final me queda una de las mejores y más arduas experiencias de mi vida, tanto físicas como mentales. Una experiencia que me enseñó a apreciar más la vida, los momentos, las personas que me rodean y su esfuerzo por salir adelante. Por tanto, hoy puedo decir que soy Corresponsal militar y embajadora del Ejército Nacional de Colombia, a mucho honor. ¡Ajua!
Comentários